Trabajadores de usar y tirar
El
drama del desempleo esconde la realidad silenciada de la explotación laboral y
el abuso, fenómenos que se recrudecen en tiempos de crisis
Hay un drama silencioso y silenciado que
convive con el drama del desempleo. Se llama explotación laboral. En muchos
centros de trabajo, la gente se ha acostumbrado a tenerlo sentado a su lado. La
crisis hace que prolifere una casta de empleadores sin escrúpulos que
aprovechan la coyuntura para exprimir y explotar a las personas a su cargo. De
cada 100 inspecciones llevadas a cabo por Trabajo a lo largo de 2012 (datos a
30 de noviembre), en un 23,9% de los casos se detectaron irregularidades (las
situaciones de explotación laboral son simplemente una parte del largo catálogo
de irregularidades). En el sector de la hostelería, el registro se acerca al
30%.
“En España hay un serio problema de
concienciación social”, dice en su despacho del Ministerio de Empleo Juan José
Camino Frías, subdirector general para la Inspección
en materia de Seguridad Social, Economía Irregular e Inmigración. “Hay una
excesiva tolerancia que es de extrema gravedad”, dice en referencia a las
múltiples irregularidades que se producen. Se queja tanto por el atentado que
suponen contra los derechos de los trabajadores, como por la cantidad de
cotizaciones sociales que no son abonadas y que servirían, entre otras cosas,
para poder hacer frente a los crecientes pagos en materia de prestaciones de
desempleo.
La
crisis alumbra una era de trabajadores cada vez más indefensos, utilizados
como kleenex de usar
y tirar. El drama de la explotación laboral sucede en silencio. Los
trabajadores no quieren denunciar por miedo a perder esa preciada conquista,
cada día más valiosa: el empleo. Casi todos los empleados entrevistados para
este reportaje (menos dos) declinaron aparecer en fotografías y pidieron
figurar con las iníciales. No quieren presentarse como díscolos. Por miedo a
perder su trabajo. Por miedo a que en el futuro no les quieran emplear. Por
miedo a estos tiempos de empleadores con la sartén por el mango.
» Niñera en La Moraleja por 400
euros
J. es dominicana y lleva 24 años en España.
Vive en una casa sin luz ni gas por falta de pago. Gracias al apoyo de la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca, consiguió paralizar su desahucio el pasado mes de octubre. Poco
antes de navidades, un día, al salir de la iglesia, una mujer le dijo que sabía
de una oferta de trabajo y le facilitó un número de teléfono. La empleadora era
una habitante de la exclusiva urbanización de La Moraleja, a las afueras de
Madrid.
J. llamó. La oferta consistía en cuidar a
un niño de siete años, desde las 15.00 a las 00.30 (el último autobús de La
Moraleja al centro de Madrid, cuenta J., sale a las 23.30), seis días a la
semana. La empleadora le ofrecía librar un día por semana; pero aleatoriamente;
no un día fijo, cada semana, uno distinto. La retribución: 400 euros al mes.
“Esa mujer se estaba aprovechando de la situación de desesperación en que nos
encontramos muchas personas extranjeras sin papeles”, cuenta J. bajo la carpa
instalada frente a las oficinas centrales de Bankia en Madrid. “Si vive en La
Moraleja, es porque gana bien”.
Tal es la necesidad de ingresos de J. que,
a pesar de aceptar que el trabajo le suponía no poder cuidar por las tardes a
su hija de 13 años, le dijo que le parecía muy poco dinero y que debería
pagarle al menos 500 euros. “La mujer, enfadada, me colgó”.
» Las 14 horas del cocinero
Jesús Portillo lleva 30 años trabajando en
la hostelería, desde los 16. Le han hecho perrerías de todos los colores. De
entre las recientes, la más sangrante que recuerda fue la oferta que le
hicieron en la franquicia de una conocida cadena de bares de tapas. El dueño
estaba a punto de abrir un nuevo establecimiento de esta franquicia y
necesitaba cocinero. Portillo, extremeño afincado en Barcelona de 46 años, se
presentó a la entrevista de trabajo. Le ofrecían 600 euros al mes por una
jornada de entre 12 y 14 horas. Le harían un contrato de media jornada, cuatro horas
al día. Más adelante, si la cosa iba bien, renegociarían condiciones, le
dijeron.
Para incorporarse a la cadena tenía que
seguir un cursillo en uno de los establecimientos de la cadena sito en Cornellà
de Llobregat. Allí vivió uno de los procesos de selección más abusivos que
recuerda.
A Jesús le
ofrecieron la semana pasada un puesto con jornada de 18 horas, seis días por
semana, lunes a sábado
“El curso era, básicamente, trabajar gratis
tres días en el establecimiento”, recuerda. Quince personas se presentaron al
presunto curso de formación. La jefa no paraba de chillar a los candidatos que
empezaban a empanar y freír tapas. Cinco candidatos se fueron a la media hora,
hartos de recibir gritos. A la hora empezaron a llegar clientes. “Más deprisa,
más deprisa”, apremiaba la capataz. Tres chicas con poca experiencia
abandonaron, hartas de recibir insultos. Para cuando el bar estaba lleno, de
los 15 ya solo quedaban cuatro. De ellos, tres, entre los que se encontraba
Jesús Portillo, abandonaron antes de acabar el día. “Pero esta vez fuimos
nosotros los que insultamos a la dueña”.
Al día siguiente, el propietario de la
nueva franquicia se disculpó ante Portillo y le dijo que las cosas no
funcionarían así en su local. El primer día trabajó 14 horas. Al final de la
jornada, el propietario le pagó 20 euros, la parte proporcional correspondiente
a su contrato de 600 euros: 20 euros por 14 horas de trabajo.
Por jornadas como las que le proponían,
dice, se deberían pagar entre 1.200 y 1.300 euros; no 600. “Eso no es
explotación, eso se llama esclavismo”, manifiesta, indignado, por teléfono.
Jesús Portillo lleva siete meses sin cobrar
un euro y dos años en paro. Su mujer, que trabajaba en un ambulatorio, también
está desempleada. La semana pasada le ofrecieron un trabajo en el que le
pagaban 1.300 euros al mes, sí; pero por 18 horas de trabajo; de siete de la
mañana a una de la madrugada; seis días a la semana, de lunes a sábado. Conoce
a un chico ecuatoriano de su barrio, Nou Barris (Barcelona), que acepta cobrar
300 euros al mes por trabajar como camarero la jornada laboral entera. “Esta es
la realidad laboral que vivimos: explotación, humillación, mafia, extorsión”.
» El guardia de seguridad que no
ha cobrado en seis meses
Manuel Chicharro tiene 50 años y ya no aguanta
más. Es guarda de seguridad desde 1988 y ha visto de todo: compañeros en
empresas de seguridad que recibían cuatro euros por hora; gente trabajando sin
contrato... En el puesto que ocupó hace unos años en un conocido museo de
Madrid, recuerda, se tenía que llevar a su hijo durante su turno porque no le
permitían librar el fin de semana (algo a lo que tenía derecho por ley; está
separado). Pero nada comparado con quedarse sin cobrar durante seis meses
consecutivos.
Manuel está hundido. Va camino de siete
meses sin ingresar un euro, sin poder pasar la pensión de 400 euros a su
exmujer, siete meses viviendo de lo que ingresa su compañera. “El drama es que
no hay cobertura para el obrero”, dice cerca de una oficina del INEM en
Alcorcón, a las afueras de Madrid. “Y las instituciones colaboran en este
proceso que no hace otra cosa que hundir a las personas”. Su caso es extremo,
refleja la indefensión de un trabajador cuando su empresa quiebra. Refleja esa
era del trabajador de usar y tirar.
Manuel Chicharro trabajaba como guarda en
el Centro de Formación Primero de Mayo de Leganés. El 1 de enero de 2012, hace
ahora algo más de un año, la empresa para la que llevaba trabajando 12 años
(Ariete) le subrogó (como ocurre muy a menudo en el sector de seguridad,
explica). Pasó a estar en nómina de otra empresa, ESABE,
cuya cúpula directiva fue detenida el pasado 20 de diciembre, acusada, entre
otros delitos, de un fraude de 30 millones de euros a la Seguridad Social.
Numerosos empleados de ESABE vivieron una
auténtica pesadilla los últimos seis meses de 2012: “Imagina lo que es no
cobrar, mes a mes, durante cinco meses, pero tener que ir a trabajar cada día porque
si no te despiden”. Manuel aguantaba, esperando a ser nuevamente subrogado a
otra empresa.
Pero no fue así, a diferencia de lo que
ocurrió con el resto de sus compañeros, que fueron integrados en Prosegur. A
pesar de tener 12 años de antigüedad en la anterior empresa, necesitaba haber
trabajado siete meses en ESABE para poder ser subrogado de nuevo, explica. Le
faltaban 25 días para llegar a esos siete meses. Ahora, ni cobra lo que le
deben ni trabaja, ni tiene opción. Por ahora, a cobrar el paro.
“Las Administraciones públicas recurren a
empresas que les salen baratas, pero lo barato sale caro”, dice, indignado.
Cita su caso, y el de Madrid Arena. “Ya no se contrata a profesionales de la
seguridad, se va a lo barato y luego pasa lo que pasa”. Dice que en las
Administraciones públicas contratan a empresas de seguridad para que hagan el
trabajo que los policías municipales o los fijos de plantilla no quieren hacer:
“Nos tienen de porteros, de conserjes, y todo para que la gente, que muchas
veces nos pide que fichemos por ellos, pueda escaquearse de sus puestos”.
» Pagar por un proceso de
selección
El caso de R., mujer de 34 años, no es de
explotación laboral. Más bien, ilustra de lo que son capaces algunos a la hora
de aprovecharse de la necesidad de tener un trabajo.
El año pasado, en mayo, vio una oferta en
la página de la web Infojobs. Se inscribió. La empresa pedía que entregara el
currículo en mano en unas oficinas. Para allá que se fue.
Al llegar a las dependencias de la empresa,
situadas en un polígono entre Aldaia y Torrent (Valencia), vio que a la entrada
no había ningún cartel. “Me pareció raro”. Entró en la nave y vio a seis chicas
esperando. De un pequeño despacho salió una mujer que le entregó un formulario.
En él se señalaba la fecha de inicio del proceso de selección: el 25 de junio.
Para poder participar había que abonar 50 euros. “¡Pagar por un proceso de
selección! Salí muy enfadada, era una tomadura de pelo”.
¡Pagar por un
proceso de selección! Salí muy enfadada, era una tomadura de pelo”, recuerda
R., de 34 años
Como R. no es de quedarse de brazos
cruzados, habló con la policía, con organizaciones de consumidores, con la
Consejería de Empleo de la Generalitat valenciana, y con Infojobs, que no tardó
en retirar el anuncio. “No hubo proceso de selección el 25 de junio”, concluye.
En julio recibió una carta de la empresa:
le comunicaban que había sido descartada en el proceso de selección.
» Repartiendo pizzas a la hora
que toque
L. no se queja. En realidad, lo de cobrar
210 euros al mes repartiendo pizzas no le parece tan mal. Le incomoda no saber
a qué hora le tocará repartir al día siguiente, puede ser en cualquier momento,
pero se adapta. Él solo sabe que trabajará dos horas cada día repartiendo
pizzas; su empresa sabe que tiene un ejército de trabajadores volantes a los
que usar a su antojo en el momento que quiera.
Para conseguir que le den más horas de
trabajo, tiene que subir la media de repartos del día. En las oficinas hay una
lista con el ranking
de repartidores. “Hay competencia entre nosotros. Si yo gano horas, se las
quito a algún compañero”, dice este dominicano de 25 años en una cafetería del
centro de Madrid.
Prefiere esto a aquella empresa de perritos
calientes a domicilio en la que trabajó y en la que le pagaban según el dinero
que iba entrando en caja. Con jornadas de 13 horas. “Cogía el pedido por
teléfono, lo cocinaba y lo llevaba a domicilio”. Un día le pagaban 100 euros;
tres días más tarde, 150. Así hasta completar los 800 euros que representaba su
paga. La mitad, en negro.
» El eterno becario
J. le echa la culpa a las Universidades.
Dice que son cómplices de la situación de toda una generación. “Tenemos que
pagar para poder ser becarios y cobrar 200 euros”, se lamenta este licenciado
en Periodismo de 23 años. Y explica cómo muchos medios de comunicación hacen
entender a los estudiantes recién
salidos del horno que es bueno que mantengan alguna relación con la
Universidad para poder acceder a unas prácticas. “Hay alumnos que se dejan una
asignatura pendiente a propósito para poder así optar a prácticas”, explica en
una cafetería de Leganés. “Luego trabajas como uno más en la redacción y te das
cuenta de que, en realidad, estás ahí sustituyendo a alguien. Produces como uno
más, pero sin remuneración, sin derechos. Te regalan los oídos, técnicamente te
pueden conceder dos becas, y cuando vuelves a la calle, te das cuenta de que no
tienes un solo día cotizado en la Seguridad Social”.
Las empresas (y no solo las periodísticas,
pues, según él, ocurre con compañeros suyos que son físicos o químicos) ya no
buscan licenciados, buscan estudiantes. “La Universidad es el principal motor
de todo esto. Las empresas se aprovechan, pero es la Universidad la que debería
salir en defensa de sus alumnos”.
» El inmigrante que mira a Ecuador
R. es un ecuatoriano de 42 años que lleva
14 en España. Está pensando en hacer las maletas y regresar a su país. Lo
cuenta bajo una lluvia fina a la salida de la oficina de empleo del INEM del
paseo de la Esperanza, Madrid.
Trabajó durante nueve años en una empresa
de la construcción. Al principio todo iba bien. Hace dos años, le redujeron el
sueldo de 1.300 a 1.100 euros. Después le dijeron que siguiera trabajando, pero
que le despedían para que pudiera cobrar el paro y se lo complementaban con 600
euros al mes en negro.
El año pasado le recontrataron: aunque trabajaba a jornada completa, le
hicieron contrato de media jornada. “Me he sentido explotado. Pero si no
aceptaba el trabajo, alguna otra persona lo iba a aceptar. Con tal de no estar
en casa, uno acepta lo que sea: algo es mejor que nada”.
Ofertas sorprendentes
Las páginas de ofertas de empleo son todo
un mundo. En ellas se puede encontrar todo tipo de propuestas, algunas en el
límite de lo legal o, directamente, que plantean condiciones abusivas.
Marina Calvo, responsable de la sección de
desempleados de la Federación Regional de Servicios de UGT de Madrid, recibe
muchas todos los días. “En algunas, te preguntas cómo no se les cae la cara de
vergüenza”, dice.
Eduardo González, de la organización
Juventud sin Futuro, también ve ofertas constantemente. Hace un año, esta
organización puso en marcha la Oficina Precaria, donde la gente puede denunciar
abusos, buscar asesoría legal y colgar los anuncios abusivos que encuentren en
la red. “Día sí, día también, vemos ofertas que vulneran derechos de los
trabajadores”, declara González.
De vez en cuando aparecen algunas que,
directamente, proponen empleo sin salario.
La página Infojobs publicaba hace tres
meses una oferta que hizo un ruido considerable en las redes sociales. Decía
así:
» Voluntario director de
Comunicación.
Descripción. Fundación Alia2 tiene como
misión proteger al menor en Internet. Este puesto es para un voluntario en el
departamento de Prensa para cubrir el puesto de director de Comunicación. Este
puesto no tiene retribución. Una fundación en constante crecimiento requiere de
un gran capital humano para su correcto funcionamiento, por ello estamos en
constante búsqueda de personal (…).
Funciones. Newsletter quincenal (de acuerdo con un timing de tareas. Newsletter
patronos (de acuerdo con un timing de tareas). Mantenimiento de la red de
contactos (agenda de medios abierta). Analizar la actualidad y llamar a todos
los periodistas que escriban sobre temas Alia2 (utilizar alertas de Google).
Preparar las intervenciones del director de la fundación (…) Elaboración de
notas de prensa. Seguimiento de noticias: Clipping
(…) Ruedas de prensa (de acuerdo con timing de tareas). Estará al tanto de las
noticias que salgan relacionadas con el tema en que se basa nuestra fundación.
Se precisa. Persona con disponibilidad
inmediata. Horario a definir en la entrevista. Se valorará positivamente que
posea conocimientos de las nuevas tecnologías relacionado con el funcionamiento
de las redes sociales (…).
Estudios. Licenciado.
Experiencia. Al menos dos años.
Licenciatura o grado de periodismo. Creatividad y dinamismo. Gran capacidad
escrita y oral. Alto nivel de inglés escrito (…). Ganas.
En conversación telefónica, el director de
la fundación que puso el anuncio, Miguel Comín, dice que sabe que la oferta no
cayó bien, que fue muy protestada, pero recuerda que se trata de algo legal, un
trabajo de voluntario para una fundación.
La Federación de Servicios madrileña del
sindicato UGT cuenta con una web para desempleados a la que determinadas
empresas remiten ofertas. Hace unos meses, llegó una que decía:
» Necesito, en principio, 2
personas
Que conozcan/hayan trabajado en el sector
de seguros para trabajar como agente exclusivo en una compañía de seguros.
Es un contrato mercantil, sin salario y a
comisión.
Preferentemente que su localidad sea
Alcobendas o San Sebastián de los Reyes.
Marina Calvo, que supervisa esa web y está
atenta a las ofertas que salen, cuenta que prolifera, sobre todo en el sector
de los comerciales, la oferta de contratos mercantiles a comisión en los que,
si no se consiguen los objetivos marcados por la empresa, el trabajador no
cobra nada. No solo eso: además, se gasta dinero en transporte, en visitas. Es
decir, paga por trabajar.
Si quieres leer más, visita el blog:
Por favor, pásalo. Se valiente
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